NO MÁS RETRASOS POR MAL TIEMPO EN HEATHROW

Si pensamos en Londres, varias ideas se nos vienen a la mente de manera automática: el Big Ben, su célebre monarquía, el té de las cinco de la tarde y, por supuesto, su característico mal tiempo. Más concretamente, el fenómeno meteorológico por antonomasia en la capital inglesa es la niebla. Buena parte de la culpa de este estereotipo la tiene la literatura: cómo olvidar la brumosa Inglaterra descrita en las novelas de Arthur Conan Doyle o la mítica lluvia de los textos de Jane Austen o Charles Dickens.

Con todo, más allá de ser un elemento exótico y hasta cultural, el mal tiempo londinense es el causante de numerosos contratiempos tanto para la población local como para sus muchísimos visitantes. Del mismo modo, los aeropuertos son, sin lugar a duda, algunos de los principales organismos afectados por las condiciones climatológicas británicas.

En el caso concreto de Heathrow —el aeropuerto con más tráfico aéreo de toda Europa, y uno de los principales del mundo—, la niebla y otros fenómenos atmosféricos causan cada año un elevado número de alteraciones del tráfico aéreo. De hecho, hay ciertos días en los que su torre de control, de 87 metros de altura, desaparece entre la niebla, dificultando así las operaciones aeroportuarias.

Cuando se dan estas circunstancias, los controladores aéreos tienen que confiar en la información proporcionada por el radar para saber si una aeronave ha abandonado la pista. De ahí que, por motivos de seguridad, se conceda un tiempo extra entre aterrizajes, aunque ello conlleve una afectación del 20 % de la capacidad de aterrizaje del aeropuerto. En otras palabras: el mal tiempo supone un considerable aumento de los vuelos retrasados.

Por este motivo, NATS (el principal proveedor de servicios de navegación aérea del Reino Unido) implantó el pasado enero en el aeropuerto un sistema basado en inteligencia artificial, cámaras de alta resolución 4k y tecnología de aprendizaje automático que podría ayudar a paliar los efectos del mal tiempo en las cifras de Heathrow.

El dispositivo, que recibe el nombre de Aimee, procesa las imágenes captadas por las cámaras, analiza los datos de vuelo y de vigilancia y evalúa las condiciones climatológicas. A partir de estos datos, envía información al controlador aéreo, que solo tiene que interpretarla y dar las instrucciones correspondientes.

Pero Aimee no es la única novedad en Heathrow en lo que a nuevas tecnologías se refiere, sino que forma parte de un proyecto de 2,5 millones de libras consistente en un laboratorio de torres digitales ubicado en la misma torre de control. Con este proyecto se pretende llegar a conocer y comprender cómo la tecnología puede llegar a optimizar las operaciones de tráfico aéreo del futuro.