COMBINAR TECNOLOGÍAS PARA GESTIONAR LOS FLUJOS AEROPORTUARIOS

Hace ya mucho que los viajes en avión dejaron de ser un servicio pensado para las economías más privilegiadas y pasaron a estar al alcance de casi cualquier bolsillo. Con la pérdida de esta exclusividad, y lo que llaman la democratización del sector, el tráfico aéreo ha crecido exponencialmente, y no hay indicios de que esta tendencia se vaya a revertir en el corto plazo.

Según la OACI, en 2018, el tráfico aéreo creció un 6,1 % con respecto al año anterior, lo que supone una gran noticia tanto para el sector como para la economía mundial. Con todo, este incremento del número de vuelos no solo implica beneficios, sino también ciertos retos que van más allá de un aumento del tamaño de los aeropuertos.

Para afrontar esta tendencia creciente del mercado sin tener que hacer grandes reformas o ampliaciones de las instalaciones, la tecnología puede ofrecer soluciones interesantes —como sensores o cámaras— que permiten conocer más a fondo el volumen y el flujo de pasajeros. Sin embargo, elegir la solución más adecuada puede ser una tarea compleja, puesto que ningún tipo de tecnología es capaz, por sí sola, de satisfacer todas las necesidades que se plantean.

Asimismo, la tecnología por la que se opte puede tener un coste de instalación y de puesta en marcha elevado, por lo que sería interesante y razonable pensar en una minimización de los trabajos de instalación del sensor, manteniendo, pese a todo, un alto nivel de precisión.

En este sentido, si se quiere tomar la decisión más conveniente, lo más importante es saber qué resultados se quieren obtener. Por ejemplo, un aeropuerto podría proporcionar información sobre el tiempo de espera de los pasajeros, o quizá buscar el mejor modo de combinar su capacidad con los picos de demanda, jugando con los tiempos.

Una vez identificados los resultados, el siguiente paso es definir qué datos son necesarios para conseguir el objetivo. Aquí, aunque no debemos olvidar variables como el coste o la eficiencia, es muy importante dejar claros los niveles de precisión necesarios, para así tomar las decisiones correctas.

Cuando se identifican todos estos aspectos, también es muy importante comprender no solo los procesos individuales y aislados del aeropuerto, sino también conocer el grado de dependencia que existe entre ellos. Es decir, no concentrarse en un solo punto (como el control de la entrada, de las fronteras o la seguridad), sino saber de qué modo unos pueden afectar a los otros. La experiencia nos dice que el conocimiento de un proceso nos conduce a otro, llevándonos a interpretar todos de manera global.

Cuando se comprenden los patrones de flujo de todo el aeropuerto, es más sencillo saber en qué puntos hay que concentrarse y cómo mejorar las diferentes operaciones aeroportuarias. Por lo tanto, es esencial elegir una solución que permita el análisis de los flujos, en lugar de centrarnos en la gestión de un solo proceso.

En la actualidad existen varios tipos de tecnología que nos ayudan a identificar y medir los flujos de pasajeros de los aeropuertos. Entre ellas podemos encontrar, por ejemplo, sistemas que rastrean dispositivos móviles o soluciones basadas en cámaras. Según la multinacional de telecomunicaciones SITA, a finales de 2019, el 77 % de los aeropuertos contará con iniciativas de inteligencia empresarial para la gestión de flujos.

La pregunta es: ¿qué tecnología es la más efectiva?

Pros y contras de los sistemas basados en sensores y cámaras

Los nuevos sistemas basados en el empleo de cámaras 3D proporcionan un altísimo nivel de precisión en el conteo de personas, además de ofrecer una visión detallada de cuáles son los tiempos de espera en cada punto. No obstante, este tipo de tecnología no es infalible a todos los niveles.

Por ejemplo, resulta casi imposible detectar y hacer el seguimiento de personas que se desplazan por diversas zonas del aeropuerto, como aquellas que van desde el aparcamiento hasta la puerta de embarque.

Además, el buen funcionamiento de las cámaras depende de que no haya fallos de cobertura, y la calidad de la imagen varía, en gran medida, en función de condiciones ambientales como la iluminación o los obstáculos físicos. A esto hay que añadir que se trata de elementos cuya instalación y mantenimiento son complejos, especialmente en entornos tan cambiantes como los aeropuertos.

Por su parte, las soluciones basadas en sensores WiFi / BLE / Bluetooth son muy útiles para medir la combinación de los flujos, las colas de espera y el tiempo de permanencia en todo el aeropuerto gracias a su capacidad para detectar los dispositivos móviles de los pasajeros. Sin embargo, no son adecuadas para el conteo de personas.

Combinar tecnologías para hallar la mejor solución

De los párrafos anteriores podemos extraer una conclusión: la mejor solución consiste en una combinación de tecnologías que emplee datos provenientes de diferentes fuentes y que aproveche los puntos fuertes de cada una.

De este modo se consigue que aspectos como las distintas alturas del techo, las condiciones ambientales, las posibles ampliaciones del aeropuerto o las zonas en rehabilitación no dificulten el correcto control de las operaciones, para así reducir los costes y evitar el uso de instalaciones redundantes.

Si logramos que la experiencia de los pasajeros sea predecible y libre de estrés —con tiempos de espera más reducidos y procesos más ágiles— conseguiremos un aeropuerto más eficiente en términos de operación y rendimiento.

Un ejemplo de este tipo de tecnología basada en la combinación de ventajas de distintos sistemas es BlipTrack, perteneciente al Grupo Veovo y representado en España por la empresa Seairtech.

Esta tecnología —presente en aeropuertos como Ámsterdam, JFK, Auckland y Dublín—es capaz de optimizar las operaciones empleando algoritmos de obtención de datos y avanzados métodos de análisis de la información extraída. Además, permite la gestión de las colas de espera, los flujos de pasajeros y las capacidades de las distintas zonas del aeropuerto, maximizando así los recursos del aeropuerto.